ALTEA: DESCUBRE SU HISTORIA OCULTA

Vista panorámica del casco antiguo de Altea con casas blancas, cúpulas azules y el Mediterráneo al fondo. Historia y encanto mediterráneo.

LA FASCINANTE HISTORIA DE ALTEA: ORÍGENES, LEYENDAS Y ENCANTO MEDITERRÁNEO

Cuando uno pasea hoy por las calles empedradas del casco antiguo de Altea, con sus casas blancas y las icónicas cúpulas azules de la iglesia dominando el paisaje, cuesta imaginar que este rincón de la Costa Blanca ha sido testigo de miles de años de historia. Altea no es solo un bonito pueblo de postal: es un lugar donde se cruzan civilizaciones, leyendas y un carácter mediterráneo único. Desde los íberos hasta los artistas modernos, cada época ha dejado su huella en esta villa luminosa y abierta al mar. En este artículo te invitamos a descubrir la apasionante historia de Altea: un viaje que hará que la contemples con otros ojos en tu próxima visita.


PRIMEROS POBLADORES Y ORÍGENES ANTIGUOS

Los orígenes de Altea se remontan mucho antes de su fundación como villa cristiana. La zona estuvo habitada desde el Neolítico, como demuestran restos encontrados en el entorno de la Sierra de Bernia. Posteriormente, en la época ibérica, se desarrollaron asentamientos importantes en lo que hoy es Altea la Vella. Necrópolis y vestigios cerámicos del siglo VI a.C. evidencian la presencia de poblaciones íberas dedicadas al comercio y a la agricultura.

Su situación estratégica, junto al río Algar y frente al Mediterráneo, atrajo también a fenicios, griegos y cartagineses. Los historiadores plantean que el nombre «Altea» podría derivar del griego «Althaia» (ella que cura), en alusión a las propiedades medicinales que los antiguos atribuían a las aguas del río. Otros sostienen que proviene del árabe «Atalaya», en referencia a las torres de vigilancia que dominaban la costa.


LA ALTEA ROMANA Y SU PAPEL EN EL MEDITERRÁNEO

Durante la romanización de Hispania, la zona de Altea mantuvo su relevancia. Se han encontrado restos de villas romanas, monedas y cerámica que indican una presencia constante. El río Algar y su desembocadura servían como pequeño puerto natural, facilitando el comercio de productos agrícolas y pesqueros.

Aunque no se ha documentado la existencia de una gran ciudad romana en Altea, su territorio formaba parte de la provincia Tarraconense y servía como enclave agrícola complementario a las ciudades costeras más grandes de la región.


ÉPOCA MEDIEVAL: CONQUISTA, REPOBLACIÓN Y DEFENSAS

Tras la caída del Imperio Romano y la llegada de los visigodos, la zona vivió un periodo de relativa marginalidad hasta la expansión musulmana. A partir del siglo VIII, Altea quedó bajo el dominio de la taifa de Denia. Los musulmanes fortificaron el lugar y desarrollaron una agricultura basada en sofisticados sistemas de regadío, algunos de cuyos trazados todavía perduran.

En 1244, el rey Jaime I de Aragón reconquistó el territorio. Para consolidar el control cristiano, se otorgó en 1279 una carta puebla que incentivaba la repoblación con colonos cristianos. El núcleo defensivo se estableció en la actual zona de Bellaguarda, en un punto elevado y protegido por murallas.

Las continuas incursiones de piratas berberiscos hicieron que Altea reforzara sus defensas a lo largo de los siglos XIV y XV. La vigilancia costera se articulaba en torno a varias torres, como la Torre de Bellaguarda y la Torre de la Galera.


DEL PUEBLO MEDIEVAL AL PUERTO PESQUERO

A partir del siglo XVII, la villa comenzó a expandirse más allá de las murallas medievales. En 1617, se otorgó una nueva carta puebla que promovió el asentamiento de nuevos habitantes, lo que favoreció el desplazamiento progresivo hacia la costa.

Este cambio respondió a razones económicas: el desarrollo de la pesca y del comercio marítimo hacía cada vez más atractiva la cercanía al mar. Así nació el embrión del actual puerto pesquero de Altea.

Al mismo tiempo, la agricultura seguía siendo un pilar fundamental, con cultivos de naranjos, almendros y viñedos que modelaban el paisaje.


SIGLO XVIII Y XIX: CRECIMIENTO Y VIDA MARINERA

Durante los siglos XVIII y XIX, Altea experimentó un notable crecimiento demográfico y económico. Su población superó los 5.000 habitantes y el comercio marítimo floreció. Los pescadores alteanos se especializaron en la captura de especies apreciadas en los mercados del Mediterráneo.

Arquitectónicamente, la villa fue configurando su perfil actual: casas encaladas, calles estrechas y miradores abiertos al mar. Este estilo no solo respondía a la estética, sino también a la necesidad de protegerse del calor estival.

Las fiestas religiosas y las tradiciones populares se consolidaron durante esta etapa, muchas de las cuales siguen celebrándose en la actualidad.


SIGLO XX: LA LLEGADA DE LOS ARTISTAS Y EL BOOM TURÍSTICO

El siglo XX trajo cambios decisivos a Altea. Durante las décadas de 1950 y 1960, numerosos artistas comenzaron a establecerse en la villa, atraídos por su luz, su tranquilidad y su belleza. Pintores como Eberhard Schlotter, escritores y músicos encontraron en Altea un refugio creativo.

Este fenómeno coincidió con el inicio del turismo en la Costa Blanca. A diferencia de otras localidades que apostaron por un modelo de urbanización masiva, Altea supo preservar su autenticidad. Gracias a normativas urbanísticas protectoras, el casco antiguo mantiene hoy su carácter tradicional.

El auge turístico ha traído prosperidad, pero Altea ha logrado mantener el equilibrio entre desarrollo y conservación.


MONUMENTOS Y PATRIMONIO QUE CUENTAN LA HISTORIA

Quien visita Altea hoy puede sumergirse en su historia a través de sus monumentos:

  • Iglesia de Nuestra Señora del Consuelo: con sus inconfundibles cúpulas azules y blancas, es el icono de la villa. Su construcción actual data de principios del siglo XX, sobre una iglesia anterior.

  • Torres defensivas: la Torre de Bellaguarda y la Torre de la Galera recuerdan los tiempos en que la costa estaba expuesta a ataques piratas.

  • Altea la Vella: el núcleo original de la población, situado en el interior, conserva un encanto rural y restos históricos.

  • Museo etnográfico: ofrece una visión completa de la evolución de la vida en Altea.

Además, el propio entramado de calles, miradores y plazas del casco antiguo es un monumento vivo que respira historia.


FIESTAS Y TRADICIONES CON RAÍCES HISTÓRICAS

Las fiestas de Altea son un reflejo de su historia y su identidad:

  • Moros y Cristianos: evocan el pasado medieval y las luchas entre musulmanes y cristianos.

  • Castell de l’Olla: un espectáculo pirotécnico sobre el mar, que celebra la relación de la villa con su entorno marítimo.

  • Fiestas de San Blas y de San Juan: conectan con tradiciones agrícolas y rituales de renovación.

  • Ruta de les ermites: una tradición de carácter religioso y popular que recorre diversas ermitas del término municipal.

Estas celebraciones no solo mantienen vivas las raíces históricas de Altea, sino que también fortalecen su cohesión social y su atractivo turístico.


CONCLUSIÓN: UNA HISTORIA VIVA EN CADA RINCÓN

Altea no es solo un bello escenario para postales turísticas. Es un lugar con alma, donde cada calle, cada piedra y cada fiesta cuentan una historia que conecta el pasado con el presente.

Conocer la historia de Altea permite apreciar en profundidad su encanto actual: entender por qué sus casas son blancas, por qué su casco antiguo sigue intacto, por qué el arte floreció aquí.

En tu próxima visita, te invitamos a perderte por sus callejuelas, a escuchar las voces de su historia y a descubrir por ti mismo por qué Altea es considerada una joya del Mediterráneo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio